Circulando por la ruta hacia Neuquén, el apetito nos hizo parar, para nuestra fortuna la naturaleza una vez mas fue la mejor aliada. Decidimos estacionarnos entre los árboles, a la orilla del río Limay, por la noche aun iluminaba la luna, lo que transformo la estadía en algo perfecto. Temprano por la mañana nos despertó el ruido de una moto, de ella bajaron dos personas vestidas con chaquetas reflectantes, como bueno chilenos nos asustamos, pensando automáticamente que podían ser policías que venían a sacarnos un parte por acampar en un lugar no permitido. Esperamos dentro de la kombi, para saber qué sucedería, escuchamos comentarios opiniones y flash de fotografías, las dos personas decían: -mira los focos¡¡¡….parce que es original¡¡¡….se parece a la nuestra¡¡¡, etc. Para nuestra grata sorpresa eran amigos amantes de las kombis, que nos habían visto en Bariloche y ahora nos encontraban en la ruta. Eran Heri e Ivan (padre e hijo) a quienes salimos a saludar e invitamos a tomar el mate más malo de toda su vida, con agua hirviendo y la bombilla tapada, PLOP¡¡¡¡. A pesar de eso, nos invitaron a su casa en Cipolleti, Neuquén, y nos ofreció ayuda para el respectivo cambio de aceite. Después de dos días y 400 km, logramos llegar a su casa, donde una buena milanesa de pollo con arroz nos estaba esperando, compartimos con su familia, aprendimos a cebar un buen mate y pasamos la noche ahí, entre tormentas y granizos.
Pd: un dato importante es que Heri, realmente era policía, y en nuestro encuentro estaba volviendo de sus vacaciones.
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